-¿Por qué no se quedan un ratito
más? -Preguntó la anfitriona mientras sujetaba la mano de la muchacha y
sonreía.
-Es absurdo marcharse tan pronto.
-Mrs Churchley inclinó la cabeza hacia un lado con apariencia refinada; blandía
sobre su cara, de un modo vagamente protector, un enorme abanico de plumas
rojas. Para Adela Chart, todo en la constitución de su anfitriona era enorme. Tenía los ojos grandes, los dientes
grandes, los hombros grandes, las manos grandes, los anillos y pulseras
grandes, las joyas grandes de todo tipo y en gran cantidad. La cola de su
vestido carmesí era más larga que cualquier otra; su casa era enorme; su salón,
especialmente ahora que los invitados se habían marchado, parecía inmenso, y
ofrecía a los ojos de la chica una colección de los más grandes sofás, sillas,
cuadros, espejos y relojes que jamás hubiese visto. ¿Sería igualmente enorme la
fortuna de Mrs Churchley, para justificar tanta inmensidad?
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