De Ensayos y discursos de WF, p. 257
Introducción a El ruido y la
furia (Oxford, Mississippi, 1946)
Escribí este libro y aprendí a
leer. He aprendido un poco acerca de escribir desde La paga de los soldados –cómo
acercarme al lenguaje. a las palabras: no tanto con seriedad, como hace un
ensayista. sino con una especie de alertado respeto, como cuando te acercas a
la dinamita; incluso con alegría, como cuando te acercas a las mujeres; quizá
con las mismas secretamente inescrupulosas intenciones-o Pero cuando terminé El
ruido y la furia descubrí que realmente hay algo a lo que el gastado término Arte no
sólo puede, sino que debe, ser aplicado. Descubrí entonces que había pasado por
todo lo que había leído siempre, desde Henry James pasando por Henty y periódicos
de sucesos, sin hacer ninguna distinción ni haber digerido nada de ello, como
haría una polilla o una cabra. Después de El ruido y la furia y sin tener en
mente abrir otro libro y en una serie de repercusiones retardadas como trueno
de verano, descubrí a los Flauberts y a los Dostoyevskys y a los Conrads cuyos
libros había leído hacía diez años. Con El ruido y la furia aprendí a leer y a
dejar de leer, puesto que no he leído nada desde entonces.
Tampoco parece que haya aprendido
nada desde entonces. Durante la escritura de Santuario, la novela siguiente a
El ruido y la furia, esa parte de mí que aprendía mientras escribía, que quizá
sea la verdadera fuerza que conduce al escritor al parto de la invención y a la
pesadez de poner setenta y cinco o cien mil palabras en papel, estuvo ausente
porque yo todavía estaba leyendo por
repercusión los libros que había tragado por completo
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