De El loro de Flaubert, de Julián Barnes, p. 128
“él decía que ningún libro que
esté bien escrito puede ser peligroso”. Desplacémonos unos setenta años aproximadamente,
para entrar en otra familia de otra región francesa Esta vez nos encontramos
con un muchacho libresco, una madre, y una amiga de la madre que se llama Mme.
Picardo El muchacho escribió posteriormente en sus memorias, cito otra vez: «Mme.
Picard opinaba que hay que permitirles a los chicos que lo lean todo.
"Ningún libro bien escrito puede ser peligroso."» El muchacho,
consciente de la opinión que con tanta frecuencia expresaba Mme. Picard,
explota deliberadamente su presencia y le pide permiso a su madre para leer una
novela especialmente famosa. "Pero, si mi hijito lee libros como ése a
esta edad , dice la madre-, ¿qué hará cuando sea mayor?» «¡Los viviré! », contesta
el muchacho. Fue una de las contestaciones más ingeniosas de su infancia; los
mayores la repitieron una y otra vez en las conversaciones familiares, y
gracias a ella conquistó -según se nos permite deducir- el derecho a leer
aquella novela. El muchacho era Jean-Paul Sartre. El libro era Madome Baoary.
¿Progresa el mundo? ¿O
simplemente va y vuelve, como un transbordador?
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