Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 353. MUERTE SUBITA / ALVARO ENRIGUE

El registro escrito más antiguo de la palabra «tenis» no se refiere a los zapatos diseñados para hacer ejercicio, sino al deporte del que deriva el término y que fue, con la esgrima -su primo hermano-, el primero que demandó un calzado particular para ser jugado.
En 1451 Edmund Lacey, obispo de Exeter, Inglaterra, definió el juego con la misma ira sorda con que mi madre se refería a mis tenis Converse de juventud, siempre al borde de la desintegración: Ad ludum pile vulgaritem tenys nucupatum. En el edicto de Lacey la palabra «tenys» -en vernáculo- está asociada a frases con el olor ácido de los expedientes judiciales: Prophanis colloquiis et iuramentis, vanis et sepissime periuriis illicitis, sepius rixas.

En la colegiata de Santa María de Exeter un grupo de novicios había estado utilizando la galería techada del claustro para jugar partidos contra los muchachos del pueblo. El tenis de entonces era mucho más violento y ruidoso que el nuestro: unos atacaban, otros defendían, no había ni red ni líneas, los puntos se ganaban con las uñas y a mordidas, clavando la bola en una  buchaca. 

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