En 2006 vivíamos ya tiempos
presentes, si entendernos el presente como el desmantelamiento de todo lo
alcanzado por las generaciones anteriores. Es el año en que explota la burbuja
inmobiliaria y la gente empieza a salir a la calle a mogollón en defensa del
derecho a la vivienda. Y es cuando aparece Mauricio o las elecciones primarias,
una novela ambientada en otra de las épocas más desalentadoras y duras de
nuestra ciudad, la que discurre entre las elecciones a la Generalitat de 1984
(donde el mapa político catalán queda fijado para toda la eternidad) y el
nombramiento en 1986 de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos del 92. Es
la Barcelona del desencanto de la izquierda (la novela empieza con los
socialistas buscando gente para llenar sus listas), de la especulación
inmobiliaria sometiendo a los ayuntamientos, la Barcelona de los confines
ignotos (parte de la acción transcurre en Santa Coloma de Gramenet) ... Se dibuja en este libro una ciudad deprimida,
que va a viajar de un sueño a otro y que no se atreve a hacer realidad lo que anhela,
que va del sueño prescrito de la Transición al sueño prometido de las
Olimpiadas igual que el enfermo que cambia de estimulantes a ver si tiene
suerte. La novela está escrita con una prosa hecha astillas por el hacha vasca
de Baraja. No hay Mendoza más barojiano que el de este libro. Ningún escritor
ha sabido leer a Pío Baraja mejor que Eduardo Mendoza. Aquí, como en Baraja,
todo es un trasunto de un estado de ánimo: el fraseo abrupto, los diálogos
secos y lejanos, como oídos en la casa de al lado, la propia ciudad, sus
paisajes y sobre todo sus personajes. Mauricio es un indeciso que vive en
permanente estado de anhelo, y así cuando la vida le da a elegir entre dos
realidades, entre dos formas de plasmarse como ser vivo, se paraliza y deja que
la realidad más potente lo arrastre como una riada se lleva con ella un tronco
muerto, o a una ciudad entera. En todos los libros de Mendoza de lo que más se
habla es de la lucha por el amor, de la difícil lucha por establecer un amor que
nunca se pone a tiro. Las elecciones primarias de Mauricio son entre una joven
abogada de clase media, que aún vive con sus padres, y una mujer de Santa
Coloma, roja histórica que hace vida independiente. Pero también ambas
representan esos dos sueños en los que se sumerge la época narrada. La promesa
del éxito anunciado en Lausanne, y un sueño al que, como no se cumplió, tan
sólo le queda morir igual que mueren todos los sueños rotos, de la manera más
triste y solitaria. Mauricio es el hombre sin voluntad, atrapado en una ola de
pesimismo y que al final se verá atrapado en una ola de optimismo. Pero eso no quiere
decir que se haya redimido. Mauricio Greis es también la imagen invertida de
Onofre Bouvila en La ciudad de los prodigios (sobre el paso, a través de estas
dos novelas, de la Barcelona moderna a la posmoderna ha escrito la filóloga
Cristina Jiménez-Landi Crick), y así una obra es espejo de la otra, del mismo
modo que lo son sus respectivas Barcelonas. Los libros de Eduardo Mendoza contienen el espejo
que Stendhal introdujo en la novela. Por la obra de Mendoza se va reflejando
Barcelona en todos sus rostros. Cuando leí Mauricio o las elecciones primarias
vi reflejado el mío.
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