Diccionario enciclopédico de la vieja escuela, Javier Pérez Andújar, p. 172-173
La gente es siempre la gente de
la calle. Es en la calle, en las plazas, en todas las Bastillas, donde empiezan
siempre las cosas, esto hemos vuelto a saberlo recientemente, y ahora andamos
de aniversario. Hay más democracia en una sola calle que en toda una ciudad. La
ciudad, lo explican en los colegios (incluidos los públicos), es una entidad
burguesa y por eso también se ha llamado burgo. La calle viene de callis, en
latín, que era el sendero por donde pasaba el ganado. Es en la calle donde vive
la gente que no cabe en la ciudad. La calle es de todos, y cuando la derecha dice
que la calle es suya es porque considera que la gente es rebaño. Si algo conoce
la derecha son las palabras, mas que a la gente, que ni le importa ni le
interesa. Las derechas son más dadas a defender a la persona que a defender a
la gente. La derecha, como tiene mucho dinero, sabe lo que realmente vale cada palabra.
Entre lo primero que hizo Rajoy al llegar al Gobierno fue quitarle el nombre al
Ministerio de Trabajo para llamarlo Ministerio de Empleo. Así se invirtió
radicalmente el punto de vista. La palabra “trabajo” estaba más cerca de los
trabajadores que de los empresarios. El trabajo tiene un retrogusto marxista asociado
a conceptos como alienación, emancipación y plusvalía. El punto de vista de la
patronal no es el trabajo, es el empleo. Pero también hay algo de políticamente
correcto en este cambiazo, pues empleo es un término más limpio, menos
grasiento, una palabra que, según el diccionario, se utiliza para designar
especialmente el trabajo no manual. Claro, no es lo mismo un trabajador que un
empleado. Las palabras hablan sin parar. De la doble acción combinada entre CiU
y PP se entiende que dejaremos de ser un país de gente sin trabajo para
convertimos en un país de personas sin empleo. Aún hay clases.
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