Diccionario enciclopédico de la vieja escualea, Javier Pérez Andújar, p.136
A Barcelona también se la
cargaron las clases biempensantes cuando la ciudad, en tiempos de Anarcoma, las
tentó en una sangre misteriosa que llegaba de todas partes. Ya hace décadas que
Barcelona es una ciudad que no existe y por eso le han puesto al fin un alcalde
que tampoco existe. Como mucho, Barcelona se ha quedado en el nombre de un
equipo de fútbol; eso sí, que ha llegado a ser el mejor del mundo, según dicen los
que saben de eso (cada vez que empieza la liga me propongo seguir algún equipo
para ver si esta vez me gusta el fútbol, lo he probado hasta con el Calvo
Sotelo, que jugó mucho tiempo en segunda). Barcelona llegó a tener en el
Paral·lel, la más creativa de sus calles, una delegación oficial de Studio 54;
pero su lugar lo acabaría ocupando una sala de la SGAE de cuando Teddy
Bautista, acto que se celebró a bombo y platillo con presencia de nuestras
autoridades. En ese sentido creo que no existe Barcelona. Pasando de la fiebre
del sábado noche al chico en la burbuja de plástico, la ciudad ha recorrido el
camino inverso al de John Travolta. A eso también se le dice ir para atrás. El
chico que vive dentro de una burbuja de plástico, a estas alturas, ya somos
todos, excepto los de la PAH, que, unos a la fuerza y otros por solidaridad,
están siempre en la calle (y bien que hacen). El Sónar, que se celebró hace
unos días, es otra burbuja de plástico (quizá sea necesario aislarse así para
poder seguir viviendo). Con el Sónar pasa como con los pisos en Barcelona, que
mayoritariamente se lo puede pagar un público extranjero. De este modo,
coinciden dos tipos diferentes de burbuja, aunque, ya lo observó Paracelso,
macrocosmos y microcosmos se reflejan el uno en el otro. Barcelona es un Zara.
Unas escaleras mecánicas con careta de ciudad. Una marca, un nombre escrito en
miles de bolsas, un sello que puede encontrarse de la misma manera en cualquier
parte del mundo, y un trasfondo de miseria, de niños que cosen en talleres o de
niños que van sin comer al colegio (esta última noticia me recordó la vieja
canción de los Asfalto, la de Días de escuela, cuando decía «la leche en polvo
y el queso americano», pero ellos se referían a los colegios del franquismo ).
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