Diccionario enciclopédico de la vieja escuela, Javier Pérez Andújar, p. 1989-199
Cuando, en el primer programa de
Más allá, Jíménez del Oso trató el origen de la luna acabó concluyendo que lo
único cierto es que la luna existe. Y eso era lo que siguió diciendo en todos
sus programas, en todos sus escritos, en todas sus revistas. Lo mismo que
dijeron los clásicos Machen y Lovecraft; claro, Poe el primero: lo terrible es
que existe, lo importante es que existe, que el terror existe. Con Jiménez del
Oso, el viaje es más allá del miedo. Y se descubre que pasado el miedo lo que hay
es más miedo todavía. Que el vacío es miedo, y la noche es miedo, y la nada es
miedo, y los límites del espacio exterior lindan con el miedo. Jiménez del Oso
encama la pregunta conmovedora, desoladora, del hombre que ha oído muy de cerca
gemir al huracán. El tipo que sale ileso una vez más, sin acabar de creérselo,
sin saber a quién darle las gracias, y que con la mano en el pecho aún
palpitante sólo es capaz, por pura honestidad,
de hacerse esta pregunta: ¿y qué sé yo?
Íker Jiménez ha llegado tarde a
esta épica. No es culpa suya, pero debería asumirlo. Arrancarse los dientes con
unos alicates en directo para convencemos de que va en serio. No puede hablar del
más allá con su mujer al lado, que sonríe como si te fueran a contar una
excursión a Lucainena de las Torres, con la caja de galletas. El más allá de
Íker Jiménez es un misterio de comunidad autónoma. Todo en Íker Jiménez es un
no llegar hasta el final, un allá incapaz de alcanzar a más. Le ha ido
demasiado bien en la vida como para confraternizar ahora con los espectros. Los
muertos son gente antigua, que ni les va ni les viene el mundo moderno. Están
más cerca de Houdini que del hombre del tiempo de la Cuatro.
Iker Jiménez es una reproducción
coreana de Jiménez del Oso. Donde Jiménez del Oso se queda calvo para mostrar
la verdad de su cabeza, para enseñarnos que tampoco hay nada en nuestro
cerebro, que nosotros, por tanto, no somos culpables, que el terror está ahí
afuera, Íker Jiménez se conforma con un poco de entradas. iCómo tener la osadía
de Del Oso! A Íker Jiménez lo paranormal se le queda en el flequillo. Jiménez
del Oso se deja barba porque además de Jiménez se llama Oso. A Íker Jiménez su
nombre le deja a las puertas de IKEA. La barba de Jiménez del Oso es la del
sabio griego, que ha hecho su filosofía viendo cómo sus contemporáneos se abren
la barriga a espadazos. Es una barba escéptica, de quien ya no cree en el
aftershave. Pero todo lo que en Jiménez del Oso es escepticismo, en fker
Jiménez es ignorancia.
Jiménez del Oso lee, sabe,
estudia, asimila. Lo único que le ha aprovechado a Íker Jiménez son los
consejos del Club de los jóvenes Castores y los documentales de El hombre y la
Tierra. En realidad a quien Íker Jiménez admira muy por encima de Jiménez del
Oso, a quien verdaderamente imita poniendo esa voz enfática, es a Félix
Rodríguez de la Fuente.
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