Mac y su contratiempo, Enrique Vila-Matas, p. 100
Me disponía esta mañana a revisar
Dos viejos cónyuges, el quinto relato, cuando, mientras escuchaba Trouble in Mind,
cantado por Big Bill Broonzy, he ido olvidándome de lo que me proponía hacer y
he comenzado a acordarme de cómo Borges nunca dejó de ver las novelas como no
narrativas. Decía que estaban demasiado alejadas de las formas orales, y eso
les había hecho perder la presencia directa de un interlocutor, la presencia de
alguien que pudiera hacer posible siempre el sobreentendido y la elipsis, y por
tanto la concisión de los relatos breves y de los cuentos orales. Había que
recordar, venía a decir Borges, que si bien la presencia del oyente, la
presencia del que escucha el relato, es una especie de extraño arcaísmo, el
cuento ha sobrevivido en parte precisamente gracias a esa antigualla, gracias a
conservar esa figura del oyente, esa sombra del pasado.
Aún no sé por qué he pensado en
todo esto, pero un diario siempre está para dejar constancia de lo que un día
pensamos, por si acaso algún día, al volver sobre lo que nos dijimos aquella
mañana, descubrimos que eso que transcribimos sin darle mayor importancia es de
pronto la única roca a la que podemos adherirnos.
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