Mac y su contratiempo, Enrique Vila-Matas, p. 70-71
Yo diría que Duelo de muecas
rememora un relato de Djuna Barnes, cuyo título he olvidado, pero es un cuento que
creo haber leído hace tiempo. En él, Barnes narraba el horror de una madre al
constatar que había parido un hijo que ya se veía que, desde el punto de vista
ético, acabaría siendo un tipo inmoral, maligno, tan horrible en el fondo como
ella. El epígrafe de Barnes que Sánchez colocó al comienzo de Duelo de muecas
no entra en estas cuestiones morales, pero sí contiene un notable desprecio por
la figura de un hijo. Tal vez sea incluso una frase de ese cuento: «Mi heredero
tiene la misma personalidad que una rata perdida en una gota de agua».
En Duelo de muecas, el
ventrílocuo -se advierte enseguida que es el mismo narrador del primer cuento y
que por tanto hay una cierta continuidad entre relato y relato- visita a un
hijo al que no ve desde hace veinte años y, al descubrir que éste es un tipejo
espeluznante -«¿Por qué, Dios santo, nos empeñamos en perpetuar la más que imperfecta
condición humana?”-, descubre también que es espantoso que seamos todos tan
conscientes de que el mundo es una mierda y, aun sabiéndolo, sigamos siempre como
si nada pasara, es decir, sigamos teniendo hijos, «seres que vienen sólo a
incrementar el número de monstruos que pueblan el planeta Tierra”, sigamos ahí
«formando parte de las filas incesantes de seres inservibles que vienen desde
el fondo de los tiempos a morir sin cesar ante nosotros y, sin embargo, ahí
continuemos todos, impertérritos, esperando lo que sea, sabiendo que nada
tenemos que esperar .. “.
Duelo de muecas es un cuento en
el que se infiltran ya algunos elementos que van a ir cobrando poco a poco su importancia
dentro de la leve trama criminal que recorre la novela. Uno de ellos -que
aparece de pasada en este relato, aparece lateralmente, sin llamar apenas la
atención- es la sombrilla de Java, ese curioso artefacto con el que el
ventrílocuo asesinará más tarde al barbero de Sevilla. En un momento determinado
el hijo agrede verbalmente al padre y le dice que ya está harto:
-Me agotas, papá. Soy poeta y tú,
en cambio, sólo un ventrílocuo en paro, tocado por el mal humor y por el fracaso,
y encima por el rencor hacia los ventrílocuos que triunfan, a los que, estoy
seguro, quieres comerte vivos. En su respuesta, el padre muestra una mezcla de
sabia calma y humor:
-No te preocupes, propondré que
nos aumenten el sueldo a los dos.
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