Mac y su contratiempo, Enrique Vila-matas, p. 156-157
[ÓSCOPO 22]
Parece que sigue descubriéndose
que la amabilidad suave de un liderazgo da un mejor resultado empresarial que
el ordeno y mando. Estudios sobre el funcionamiento del cerebro (realizados con
herramientas como la resonancia magnética funcional) han detectado que un trato
irrespetuoso sube la tensión sanguínea y genera estrés. «Es el camino a la
depresión, la segunda enfermedad de mayor crecimiento en países desarrollados,
según la Organización Mundial de la Salud. El jefe es irrespetuoso, y no
siempre se manifiesta a gritos. El líder, en cambio, trabaja para sacar el
máximo talento, y para ello debe haber respeto, confianza y motivación»,
explicaba el otro día el codirector del programa de coaching ejecutivo de
Deusto Business School. Pero me resulta difícil creer en esto. Han cambiado las
formas, pero en el fondo las cosas son más terroríficas que antes, quizás
precisamente porque uno se confía y cree que todo anda algo mejor y no espera
encontrarse de golpe, de pronto, el día menos pensado, con la auténtica verdad:
no te quieren porque nunca te han querido y te despiden porque te has hecho
viejo y porque armas escándalos gordos y porque bebes demasiado y porque un día
citaste unos versos de Wallace Stevens cuando más tensa estaba aquella reunión
del gabinete de crisis.
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