Mac y su contratiempo, E Vila-Matas, p. 22-23
La estupidez no es mi fuerte,
decía Monsieur Teste. Me ha gustado siempre la frase y la repetiría cien veces ahora
mismo, de no ser porque tengo interés en escribir ahora una que suene parecida
a la frase de Teste pero que diga algo diferente; que diga, por ejemplo, que la
repetición es mi fuerte. O bien: la repetición es mi tema. O esto: me gusta
repetir, pero modificando. Esta última frase es la que se ajustaría más a mi
personalidad, porque soy un modificador infatigable. Veo, leo, escucho, y todo me
parece susceptible de ser alterado. Y lo altero. No paro de alterar.
Tengo vocación de modificador.
También de repetidor. Pero esta
vocación es más corriente. Porque esencialmente somos todos repetidores. La
repetición, gesto humano donde los haya, es un gesto que me gustaría analizar,
investigar, modificar las conclusiones a las que hayan llegado otros. ¿Llegamos
en la vida a hacer algo que no sea la repetición de algo ya previamente ensayado
y realizado por quienes nos precedieron? La repetición es en el fondo un tema
tan inabarcable que puede convertir en ridículo cualquier intento de captarlo plenamente.
Mi temor, además, es que el tema de la repetición pueda albergar algo muy
inquietante en su propia naturaleza. Pero seguro que investigar sobre ella
tiene un lado interesante, porque, para empezar, puede ser vista como algo que
se proyecta sobre el futuro. Ese lado atractivo de la repetición lo vio
Kierkegaard cuando dijo que ésta y el recuerdo eran el mismo movimiento, pero
en sentidos opuestos, «ya que aquello que se recuerda se repite retrocediendo,
mientras que la repetición propiamente dicha se recuerda avanzando. Por eso la
repetición, si es que ésta es posible, hace feliz al hombre, mientras que el
recuerdo le hace desgraciado”.
Puesto a modificar, yo ahora
modificaría lo que dijo Kierkegaard,
pero no sé cómo lo haría. Así que voy a dejar que pasen unas horas y podré ver
si mejora mi instinto modificador. Mientras tanto, me dedico a registrar que la
tarde es leve, anodina, provinciana, elemental, perfecta. Mi buen humor es
extraordinario, tal vez por eso incluso el carácter anodino de esta tarde me
gusta mucho. En realidad, esta tarde es la misma tarde de siempre.
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