El aliado, Iván Repila, p. 192
¿Están satisfechas? Najwa hace un
repaso mental de las microvictorias que han obtenido en este tiempo: las
denuncias por abusos, maltrato o acoso sexual han bajado seis puntos, y lo
siguen haciendo, gracias a las radicales políticas de visibilización de las
consecuencias de la cultura del menosprecio y otras injusticias simbólicas: ya
nadie se atreve a justificar o minimizar públicamente ninguna agresión contra
las mujeres, y hacerlo es un delito; la gente ha empezado a entender que la
violencia machista no es una consecuencia de la desigualdad, sino un pilar
estructural del mundo que habíamos creado; se ha instalado una cierta normalidad
en las calles, con mujeres que vuelven solas a casa sin sentir miedo, o sin
cambiar el recorrido para evitar determinadas zonas; hay un fuerte sentimiento
de pertenencia y de solidaridad, apoyado también por muchos hombres, que han
comprendido, en su mayoría, hasta qué punto habían excluido, discriminado y
desposeído de sus derechos a las mujeres, dándoles un estatus de sujeto sin
atributos iguales a los suyos; en los bares, en las zonas de fiesta, en los
espacios públicos casi han desaparecido las situaciones de acoso; de hecho, la
creatividad se está imponiendo: cada vez hay más locales que indican claramente
si en ellos está permitido flirtear o si son espacios para consumir sin
molestias; se han puesto de moda las pulseras de colores para indicar las
preferencias sexuales, el estado sentimental y la apertura o no a establecer
contacto, y el “No es no” ha sido interiorizado de forma masiva; el respeto se
ha convertido en un mantra, porque muchos hombres han asumido el conflicto que
suponía para ellos la autonomía de las mujeres y lo han interiorizado en
positivo; la idea de “consentimiento” se ha reformulado, incluyendo en ella
parámetros esenciales como la necesidad y la desventaja social; la brecha
salarial se ha reducido, o ha desaparecido, en la administración y las pymes;
las cuotas obligatorias han modificado el discurso de los medios de
comunicación, de los congresos y de los festivales; el trabajo en el hogar se
ha constituido como epígrafe dentro del Impuesto de Actividades Económicas y se
remunera con el salario mínimo. La ceguera de género ha dado paso a un despertar,
todavía exiguo, de hombres comprometidos con la revolución. Las mujeres tienen
más dinero, gastan más y visten como quieren: la economía lo nota, y la moda
está viviendo una transformación que no se recordaba desde que llegaron los
pantalones vaqueros. Sí: están moderadamente satisfechas.
-Todavía queda mucho por hacer
-responde.
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