El fin del fin de la tierra, Franzen, p. 279
Nos dicen que, como especie, los
humanos estamos programados para mirar a corto plazo, para no contar con un futuro
que, de todos modos, podría no llegar nunca; sin duda, así es como piensan los
ingenieros que diseñan las señales de tráfico pintadas en las calles de las
ciudades. Por lo visto, dan por hecho que conduces con los ojos fijos en un
punto que queda justo delante del morro de tu vehículo. Se supone que vas
diciendo: “Anda, ahí va un PED ... Y ahora,
¡ala!, por ahí llega un XING» (que suena a chino, pero no lo es), y luego ...
En fin, ahí la cosa ya se vuelve un poco incoherente porque, si estás siempre
mirando tan cerca, ¿cómo se supone que vas a ver al peatón que empieza a cruzar
la calle? Es muy extraño. Cuando aprendes
a conducir te dicen que mires siempre más allá, pero si ves una señal a lo
lejos y la lees de arriba abajo, como si se tratara de un texto normal y
corriente, lo más lógico es que leas CEDA EL PASO, AUTOBÚS, cuando el autobús
que se suma con furia al tráfico espera que seas tú quien ceda el paso. Sólo un
mal conductor sabe que ha de ceder el paso al autobús por haberlo leído en una
señal de la calzada. El caso es que, para sobrevivir en un mundo moderno en el
que no sólo la señalización del tráfico, sino también el sistema político y
económico reinante, premian la miopía, aprendemos a pensar (o a no pensar) como
malos conductores. Cedemos el paso al autobús. Cogemos el vaso de cartón, nos
bebemos su contenido, tiramos el vaso. En Estados Unidos, cada minuto se tiran
treinta mil vasos de cartón. Lejos de allí, al otro lado de la línea del
ecuador, la selva tropical atlántica del Brasil ha sido arrasada para instalar
vastas plantaciones de eucaliptos que surten de pulpa a las fábricas del mundo,
pero eso queda más allá del morro de tu vehículo: tienes que llegar a sitios
que quedan mucho más cerca. Bastante complicada es ya tu vida sin cargar todo
el día con un vaso reutilizable a cuestas. Y aunque cargaras con él, sabes que
vives en un mundo pensado para los malos conductores: ¿qué va a cambiar por los
0,00015 vasos desechables de Starbucks que tiras tú cada minuto? ¿Qué va a
cambiar por culpa de la contribución infinitesimal de las emisiones de tu
vehículo a la aceleración de la llegada de un futuro no tan distante y prácticamente
inhabitable? Los seres humanos son seres humanos y la programación es la
programación. Ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
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