El aliado, Ivan Repila, p. 138
-No me interrumpas. Y sí: creo en
un futuro sin género, o sin géneros binarios. Una utopía, seguramente. Pero si
soy coherente con este razonamiento, si asumo que los órganos genitales no significan
absolutamente nada, lo que tiene ese niño es una enfermedad del discurso. Una
contaminación.
-¿Qué dices?
-¡Lo sé! Suena terrible. ¡Es un
puto crío! Y nunca lo diría en público, pero es que estoy harta. ¡Estoy hasta
el coño, joder!
-¿Hasta el coño de qué?
-Mira: ese niño no está contento
con su cuerpo, con su polla, porque el mundo que le rodea le ha dicho que polla
significa un determinado comportamiento. Es lo mismo que la gente que se opera de
estética por insatisfacción. Como no encajan en el canon de su época, se
mutilan para encajar. La felicidad a través de la amputación, del maltrato al
cuerpo. De modificar la carne. ¿Qué hostias quieres que le diga a ese niño?
¿Que me parece bien que le corten los huevos y le pongan un coño? ¿Que le
explique que con un buen agujero todo va a cambiar?
-Joder, Najwa, pero no vivimos en
un futuro sin binarios. Los transexuales ...
-¡Ese es el puto problema! Los
transexuales, los maricones, las bolleras, todas esas putas minorías están
ocupando el espacio mediático, y el público compra su discurso. Porque está de
moda. Porque debemos cuidar de sus derechos. Me cago en mi puta vida: las
mujeres deberíamos ocupar ese espacio, aunque sea por antigüedad. ¿No hay más
mujeres que maricones, joder? ¿Va a venir un puto arquitecto millonario a
contarme que está muy puteado porque le gusta chupar rabos y no le dejan
comprarse un útero? ¿En serio?
Dice cosas que no quiere decir, o
que no quiere pensar. Está
sobreactuando. Se ruboriza. Le tiemblan las manos y las rodillas. En mi cabeza
se enciende un piloto rojo que intenta avisarme de que debo parar; pero no la
conversación, sino todo lo demás. Lo ignoro.
-Una lucha no invalida las otras
-digo.
Me mira con tristeza .
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