SENSINI
La forma en que se desarrolló mi
amistad con Sensini sin duda se sale de lo corriente. En aquella época yo tenía
veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona,
en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras
marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vIgilante nocturno en un cámping
de Barcelona, el cual había acentuado mi disposición a no dormir durante las
noches. Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos
paseos que comenzaban a las siete de la tarde, tras despertar, momento en el
cual mi cuerpo experimentaba algo semejante al jetlag, una sensación de estar y
no estar, de distancia con respecto a lo que me rodeaba, de indefinida
fragilidad. Vivía con lo que había ahorrado durante el verano y aunque apenas gastaba
mis ahorros iban menguando al paso del otoño. Tal vez eso fue lo que me impulsó
a participar en el Concurso Nacional de Literatura de Alcoy, abierto a
escritores de lengua castellana, cualquiera que fuera su nacionalidad y lugar
de residencia.
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