Entre paréntesis, Roberto Bolaño, p. 180
Se dice que los niños le gritaban
Sodoma, cuando Il Sodoma volvía a su taller, y después fueron las mujeres, las
lavanderas de Siena quienes lo llamaban, entre risas, Sodoma, y pronto todo el
mundo lo conoció por ese nombre, un nombre ciertamente violento, brutal, que se
correspondía de alguna manera con la pintura de Il Sodoma, hasta el punto de
que un día Bazzi empezó a firmar sus lienzos con ese apodo, que asumió con orgullo
y con ese espíritu carnavalesco que lo acompañó durante toda su vida.
Su casa, que también era su
taller, se asemejaba, más que a una casa y a un taller de pintor renacentista,
a un zoológico. Tras la puerta había un pasillo oscuro, grande como para que cupiera
un carro de caballos, y luego había un cuervo que hablaba y que anunciaba al
visitante que había traspuesto el umbral de la casa de Il Sodoma. El cuervo
decía «Sodoma, Sodoma, Sodoma”, y también decía «Visita, visita, visita>,,
El cuervo a veces estaba en una jaula y otras veces en libertad. También había
un mono, que se movía por el patio interior y entraba y salía por las ventanas,
y que Il Sodoma seguramente había comprado a algún viajero de África. Además de
un burro (un burro teológico, decía su dueño) y un caballo y multitud de gatos y
perros, aparte de pájaros de muchas especies dentro de jaulas que colgaban de
los muros y paredes del interior de la casa. Se dice que tenía un tigre o un
tigrillo, pero esto es dudoso. El animal más extraordinario, sin embargo, era
el cuervo, a quien todos los visitantes de !1 Sodoma querían oír hablar. Este cuervo
a veces se sumía en un mutismo obstinado, durante días, y otras veces era capaz
de recitar versos de Cavalcanti. Nunca, que se sepa, dejó de cumplir con su
labor de portero, y de esta manera los vecinos se enteraban de las visitas nocturnas que recibía el pintor, por los
gritos del cuervo que los sobresaltaba en la madrugada, pronunciando
guturalmente, con un deje entre irónico y angustioso, la palabra Sodoma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario