Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 882. HISTORIA ARGENTINA / RODRIGO FRESAN


Chivas y Gonçalves llevaban tanto tiempo cabalgando que ya no sabian dónde terminaban ellos y dónde empezaban sus caballos. Cabalgaban dias y noches y otra vez dias y el lugar por donde volaban sus caballos no era tan importante porque ni siquiera tenía nombre definitivo. Le cambiaban el nombre todas las mañanas como quien se cambia de ropa. Una pampa inmensa, apenas importunada por un árbol o dos.  Arboles que aún nadie se habla detenido a catalogar, árboles que desde hacía siglos esperaban sus nombres; y el olor era el de la tierra recién hecha, vuelta y vuelta.
Sea suficiente afirmar que, si las desventuras de Chivas y Gonçalves fueran una gran película, una de esas superproducciones tan de moda en estos tiempos azarosos, el galope compulsivo de estos dos apenas ocuparla la parte de los titulas. Nada más.
Los que si tenían nombre eran los cumplidores caballos de Chivas y Gonçalves. El caballo del primero se llamaba Blanco y, detalle atendible por lo contradictorio, se trataba de un animal pesado y negro como la noche. El caballo del segundo se llamaba Caballo. Gonçalves aseguraba que no tenia demasiado  sentido perder el tiempo bautizando a un caballo

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