Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

FUTURO PERFECTO


Feliz final, Isaac Rosa, p. 70
Te habría contado sobre un futuro que era expresión de voluntad y deseo, pero sometidos a una verosimilitud estrecha. En ese futuro estamos juntos, sí: vamos a envejecer juntos. Con las metáforas odiseicas que sabes que me gustan tanto, hemos superado la travesía, sobrevivido a tormentas, naufragios, extravíos y cantos sirénidos, sobrevivido incluso al cansancio, y no nos hemos ahogado en la orilla. Hemos alcanzado tierra firme. Tenemos nuestra casa, un lugar propio, del que nadie podrá echarnos ya, donde sobreviviríamos como robinsones si todo fuese mal ahí afuera. Nos queremos, seguramente no nos amamos pero nos queremos, no nos deseamos pero nos queremos, podríamos vivir el uno sin el otro pero nos queremos, hemos aceptado que esa forma tranquila de quererse no es una merma ni un fracaso sino al contrario, un triunfo. Estamos juntos, no por ninguna predestinación ni ridículas medias naranjas inseparables, ni siquiera por necesidad económica, sino porque hemos decidido seguir juntos. Hemos aprendido a disfrutar lo que compartimos, en primer lugar nuestras hijas. Hemos aprendido también a tener cada uno su propio espacio y tiempo, negociando las zonas comunes, respetándonos tanto que de mutuo acuerdo hemos preferido ampliar el territorio compartido. No nos exigimos exclusividades ni fidelidades frustrantes, y esa libertad es la que nos desinteresa del exterior, porque incluso hemos reconstruido nuestro deseo,  acomodándolo a la necesidad de cada uno hasta sincronizarlo.  Paseamos. Paseamos mucho, todas las tardes, por el monte cercano a la casa. Hasta nos sabemos ya los nombres de los árboles. Cuidamos juntos el huerto porque, aunque te burles, en mi fantasía de vida no falta un huerto, más como subsistencia que como actividad espiritual. Estamos juntos. Sabemos que nos tendremos el uno al otro si en algún momento nos golpea la enfermedad, la depresión, la degeneración cerebral, la parálisis corporal, la incontinencia de esfínteres y el olvido salvaje de rostros y nombres. Somos nuestro propio Estado de Bienestar. Estamos a salvo. Estamos en casa, esa casa que gritábamos en los juegos infantiles y al alcanzarla detenía el peligro y te protegía como una campana de acero. Casa.

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