Feliz final, Isaac Rosa, p. 70
Te habría contado sobre un futuro
que era expresión de voluntad y deseo, pero sometidos a una verosimilitud
estrecha. En ese futuro estamos juntos, sí: vamos a envejecer juntos. Con las
metáforas odiseicas que sabes que me gustan tanto, hemos superado la travesía,
sobrevivido a tormentas, naufragios, extravíos y cantos sirénidos, sobrevivido
incluso al cansancio, y no nos hemos ahogado en la orilla. Hemos alcanzado tierra
firme. Tenemos nuestra casa, un lugar propio, del que nadie podrá echarnos ya,
donde sobreviviríamos como robinsones si todo fuese mal ahí afuera. Nos
queremos, seguramente no nos amamos pero nos queremos, no nos deseamos pero nos
queremos, podríamos vivir el uno sin el otro pero nos queremos, hemos aceptado
que esa forma tranquila de quererse no es una merma ni un fracaso sino al
contrario, un triunfo. Estamos juntos, no por ninguna predestinación ni
ridículas medias naranjas inseparables, ni siquiera por necesidad económica,
sino porque hemos decidido seguir juntos. Hemos aprendido a disfrutar lo que
compartimos, en primer lugar nuestras hijas. Hemos aprendido también a tener
cada uno su propio espacio y tiempo, negociando las zonas comunes,
respetándonos tanto que de mutuo acuerdo hemos preferido ampliar el territorio
compartido. No nos exigimos exclusividades ni fidelidades frustrantes, y esa libertad
es la que nos desinteresa del exterior, porque incluso hemos reconstruido
nuestro deseo, acomodándolo a la
necesidad de cada uno hasta sincronizarlo. Paseamos. Paseamos mucho, todas las tardes,
por el monte cercano a la casa. Hasta nos sabemos ya los nombres de los
árboles. Cuidamos juntos el huerto porque, aunque te burles, en mi fantasía de
vida no falta un huerto, más como subsistencia que como actividad espiritual.
Estamos juntos. Sabemos que nos tendremos el uno al otro si en algún momento
nos golpea la enfermedad, la depresión, la degeneración cerebral, la parálisis corporal,
la incontinencia de esfínteres y el olvido salvaje de rostros y nombres. Somos
nuestro propio Estado de Bienestar. Estamos a salvo. Estamos en casa, esa casa
que gritábamos en los juegos infantiles y al alcanzarla detenía el peligro y te
protegía como una campana de acero. Casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario