AUTORRETRATO
Nací en 1953, el año en que murió
Stalin y Dylan Thomas. En 1973 estuve ocho días detenido por los militares
golpistas de mi país y en el gimnasio en donde tenían a los presos políticos
encontré una revista inglesa con un reportaje fotográfico de la casa de Dylan
Thomas en Gales. Yo creía que Dylan Thomas había muerto pobre y la casa me
pareció magnífica, casi como una casa encantada en medio del bosque. No había ningún
reportaje sobre Stalin. Pero esa noche soñé con Stalin y Dylan Thomas: ambos
estaban en un bar de Ciudad de México, sentados a una mesa pequeña y redonda,
una mesa para echar un pulso, pero ellos no echaban un pulso sino que competían
para ver quién de los dos aguantaba más bebiendo. El poeta galés bebía whisky y
el dictador soviético vodka. A medida que el sueño transcurría, sin embargo, el
único que parecía cada vez más mareado, cada vez más al borde de la náusea, era
yo. Eso por lo que respecta a mi nacimiento. Por lo que respecta a mis libros
debo decir que he publicado cinco poemarios, un volumen de cuentos y siete
novelas. Mis poemas casi no los conoce nadie, lo que probablemente esté bien. Mis
libros de prosa tienen algunos lectores fieles, lo que probablemente sea inmerecido.
En Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de ]oyce (1984, escrita
en colaboración con Antoni García Porta),
hablo de la violencia. En La pista de hielo (1993), hablo de la belleza, que
dura poco y cuyo final suele ser desastroso.
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