Feliz final, Isaac Rosa, p. 160
El mismo análisis siempre. Si tu
hermana se divorciaba, era porque su marido y ella habían tomado malas
decisiones hipotecarias. Si Natalia y Jaime exhibían una felicidad inverosímil,
era porque entre los dos sumaban cinco mil euros mensuales. Si tu madre había
aguantado tantos años de humillaciones con su segundo marido, era porque no
tenía asegurada su pensión de jubilación. Y si nosotros llevamos tantos años
cuesta abajo, no hay que buscar más explicaciones: todo empezó el día que te
quedaste sin nómina. No hay más preguntas, señoría. El acusado es inocente. No
fue él, la culpa es de las condiciones materiales. El amor es para el que pueda
pagárselo. El matrimonio es una empresa, acuérdate de eso que dijo Fabio
después de su divorcio: el matrimonio es una empresa, dijo, es una empresa y yo
lo he entendido demasiado tarde; nuestros matrimonios fracasan porque lo fiamos
todo al amor y nos empeñamos en querer ser felices, desentendiéndonos del
aprendizaje de generaciones de matrimonios pragmáticos a lo largo de los
siglos; antes la gente se casaba por compromisos familiares e intereses
económicos, formaban una sociedad cuya prioridad era obtener recursos y
administrarlos bien, acumular capital, protegerse de los imprevistos, dejar
patrimonio a los herederos, pero ahora nos casamos por amor, qué disparate, y
en seguida llega la decepción, dejamos de estar enamorados y si no has sido
capaz de convertir ese amor en estrategia empresarial, acabas en la ruina sentimental,
como yo.
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