4321 Paul Auster, p. 587
En la primavera de 1966 se creó
en Columbia una sección del SDS (Estudiantes por una Sociedad Democrática), que
por entonces ya era una organización nacional, y en su mayor parte los grupos de
izquierdas de la universidad fueron votando por la fusión con el SDS o por
disolverse y encuadrarse en la organización. Entre tales grupos se contaba el
CSM (Comité para el Escarnio Social), que el año anterior se había manifestado
por el College Walk enarbolando pancartas en blanco en una protesta general
contra todo (espectáculo que a Ferguson le habría gustado mucho presenciar), el
Movimiento Dos de Mayo, apoyado por el PLP (Partido Laborista Progresista), miembros
de ese mismo partido (el ala dura, el PL maoísta), y el grupo al que Amy
pertenecía desde primero, el ICV (Comité Independiente sobre Vietnam), que se
había enfrentado con la policía el anterior mes de mayo cuando veinticinco de
sus miembros irrumpieron en la ceremonia de entrega de premios del NROTC
(Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva de la Marina) en la explanada de
la Low Library. El lema del SDS era ¡Que decida la gente!, y Ferguson apoyaba
la postura del grupo con el mismo entusiasmo que Amy (contra la guerra, contra
el racismo, contra el imperialismo, contra la pobreza ... y por un mundo
democrático en el que seguir sus indicaciones en las cuestiones físicas,
prestar mucha atención a lo que le decía con los ojos, porque alguna que otra
vez interpretaba mal las señales y hacía lo que no debía, como abrazarla y empezar
a besarla cuando a ella no le apetecía, y aunque nunca lo rechazaba (cosa que
sólo incrementaba su confusión), notaba que ella no ponía todo su empeño, que
copular no era en lo que ella pensaba en aquel momento, a diferencia de él, que
siempre lo tenía en la cabeza, sino que permitía que siguiera adelante y le
hiciera el amor de todas formas porque no quería decepcionarlo, sometiéndose a sus
deseos con una especie de participación pasiva, un acto sexual mecánico, que
era peor que no hacer nada, y la primera vez que pasó, Ferguson se sintió tan
avergonzado que juró que no volvería a suceder, pero volvió a ocurrir, dos o
tres veces más en los meses siguientes, con lo que, finalmente, llegó a
entender que hombres y mujeres no eran iguales, y si quería comportarse bien
con su mujer tendría que prestarle aún mayor atención y aprender a pensar y
sentir como ella, porque no le cabía la menor duda de que Amy sabía exactamente
lo que él pensaba y sentía, cosa que explicaba por qué soportaba sus torpezas
concupiscentes y sus estúpidos actos de ceguera amorosa.
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