De Algún día este dolor te será útil de Peter Cameron, p. 184-185
No me gusta nada hablar con
personas que trabajan a comisión. Durante años no supe que existían esa clase de
empleos, pero cuando tenía diez años, fui con mi padre a un concesionario de
BMW en Nueva Jersey a comprar un coche nuevo, cuando mi padre le dijo al vendedor
que nos había atendido que iba a mirar en otros sitios este se mostró tan
agresivo que prácticamente se abalanzó sobre nosotros cuando nos íbamos. Recuerdo
que le pregunté a mi padre qué le pasaba a aquel hombre y respondió que no le
pasaba nada, que actuaba así porque era un tiburón y me dijo que en ciertos
empleos tenías que ser un tiburón, que todo el mundo lo comprendía y por ello
resultaba aceptable. Le pregunté a mi padre si él era un tiburón y dijo que no,
él era más bien como un buitre, dejaba que otros animales hicieran la
carnicería y él se alimentaba de los restos. Esas revelaciones me turbaron
mucho y quise preguntarle si había trabajos para corderos y conejos, pero algo
en mi interior me dijo que no debía hacerle esa pregunta. Pensé que tal vez me
volvería más agresivo a medida que me hiciera mayor, pero no ha sido así, de
modo que es un problema que todavía tengo sin resolver. Creía que en el mundo
del arte la gente tendería a lo corderil, pero no es el caso. John es
claramente un tiburón, a su manera genial y despreocupada; y mí madre, en
ocasiones, puede recordar poderosamente a un buitre. Así pues, esa era otra
razón apremiante para marcharme de Nueva York y encontrar un medio de vida que
no requiriese un salvaje comportamiento instintivo. Una mujer había entrado en
la galería mientras hablaba con Jeanine Breemer y estaba mirando con
detenimiento cada uno de los cubos de basura. Tenía un cuadernillo en el que
copiaba la información de las etiquetas en
las paredes que identificaban cada pieza.
#2 r. Encolado de aluminio,
papel, objetos encontrados, piel de conejo fragmentada, rotulador, cera de
abeja, cabello humano. 6ox75cm.
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