Crónica de los Wapshot, John Cheever, p. 157
Bueno, mi madre me dijo que me
desnudara, agarró el látigo de mi bisabuelo, Benjamín, y me azotó hasta abrirme
la espalda. Había sangre por toda la pared. Mi espalda estaba tan mal que ella
se asustó, pero, claro, no se atrevió a llamar a un médico porque hubiera sido
muy violento, pero lo peor es que no pude bañarme en todo el verano. Si hubiera
ido a nadar, la gente hubiera visto aquellas heridas. No pude nadar en todo el
verano.
-¿Cree que esto ha influido en su
actitud hacia las mujeres?
-Bueno, señor, en mi pueblo no es
fácil enorgullecerse de ser un hombre. Quiero decir que las mujeres tienen
mucho poder. Son buenas y tienen buena intención, pero a veces resultan
abrumadoras. A veces te parece que no está bien ser un hombre. Verá, hay una
historia que cuentan sobre Howie Pritchard. Dicen que en su noche de bodas
metió el pie en el orinal y se meó por la pata abajo para que su mujer no oyera
el ruido. No debería haber hecho eso. Si eres un hombre, creo que hay que estar
orgulloso y contento de ello.
-¿Ha tenido usted alguna
experiencia sexual?
-Dos veces -dijo Coverly-. La
primera fue con la señora Maddern. Supongo que no debería decir su nombre, pero
en el pueblo todo el mundo sabe cómo es ella y es viuda.
-¿Y la otra experiencia?
-También fue con la señora
Maddern.
-¿Ha tenido usted alguna
experiencia homosexual?
-Bueno, creo que ya sé a lo que
se refiere -dijo Coverly-. Lo hice mucho cuando era joven, pero hace mucho tiempo que juré dejarlo. Pero me parece a mí
que hay cantidad de esos por aquí. Más de lo que yo esperaba. Hay uno donde yo
vivo ahora. Siempre me está pidiendo que entre en su cuarto a ver fotografías.
Me gustaría que me dejara en paz. Verá, señor, si hay una cosa en el mundo que
no quisiera ser es un marica.
-¿Querría usted hablarme de sus
sueños?
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