La ley del menor, Martin Amis, p. 52-63
a medida que sus años fértiles pasaban de largo hasta caducar, y ella casi
estaba demasiado atareada para darse cuenta.
Era una historia que se contaba
mejor deprisa. Después de los exámenes finales, más exámenes, después obtuvo el
título de abogada, siguió el período de prácticas, una invitación afortunada a
bufetes prestigiosos, algunos éxitos tempranos defendiendo casos desesperados:
qué sensato había sido aplazar la maternidad hasta el comienzo de la treintena.
Y cuando aquellos años depararon casos complejos e interesantes, y más éxitos.
Jack también dudaba y abogaba por esperar uno o dos años más. Luego llegaron los
treinta y cinco, cuando él enseñaba en Pittsburgh y ella hacía jornadas de
trabajo de catorce horas, zambulléndose más a fondo en el derecho de familia al
mismo tiempo que se retrasaba la suya propia, a pesar de las visitas de
sobrinos y sobrinas. En los años siguientes circularon rumores de que podrían
elegirla precozmente para la magistratura, y necesitaba estar en activo. Pero
no la eligieron, aún no. Y cuando ya había cumplido los cuarenta surgieron inquietudes
respecto a los embarazos tardíos y el autismo. Poco después, más visitantes
jóvenes a Gray's lnn Square, bulliciosos y exigentes sobrinos nietos, le
recordaron lo difícil que sería encajar a un hijo en su estilo de vida.
Siguieron compungidas ideas de adopción, algunas pesquisas de tanteo, y a lo
largo de los acelerados años posteriores, tormentos ocasionales originados por
las dudas, decisiones firmes sobre madres de alquiler tomadas a altas horas de
la noche y descartadas a la mañana siguiente con las prisas para llegar al
trabajo. Y cuando por fin, a las nueve y media de una mañana, juró su cargo en
el edificio de los Reales Tribunales de Justicia ante el presidente y prestó
los dos juramentos requeridos, el de lealtad y el judicial, en presencia de
doscientos colegas con pelucas y se presentó orgullosamente ante ellos con su
toga, tema de una ingeniosa alocución,
supo que la partida había terminado y que pertenecía a la ley del mismo modo
que otras mujeres habían sido esposas de Cristo.
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