La insoportable levedad del ser, Milan Kundera, p. 59-60
Nuestra vida cotidiana es
bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de
personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias. Co-incidencia
significa que dos acontecimientos inesperados ocurren al mismo tiempo, que se
encuentran: Tomás aparece en el restaurante y al mismo tiempo suena la música
de Beethoven. La gente no se percata de la Inmensa mayoría de estas
coincidencias. Si en el restaurante estuviera el carnicero local en lugar de
Tomás, Teresa no se hubiera dado cuenta de que en la radio sonaba Beethoven
(aunque el encuentro entre Beethoven y el carnicero es también una interesante
coincidencia). Sin embargo, el amor, que se estaba aproximando, había exacerbado
su sentido de la belleza y ella ya nunca olvidará aquella música. Cada vez que
la oiga se conmoverá. Todo lo que ocurra en ese momento a su alrededor estará iluminado
por aquella música y se hará hermoso.
Al comienzo de la novela que
llevaba bajo el brazo cuando llegó a casa de Tomás, Ana se encuentra con Vronsky
en circunstancias extrañas. Están en un andén en el cual alguien ha caído bajo
las ruedas del tren. Al final de la novela, la que se lanza bajo las ruedas del
tren es. Ana. Esta composición simétrica, en la que aparece el mismo motivo al
comienzo y al final, puede parecer muy “novelada”. De acuerdo, pero con la
condición de que la palabra «novelado» no se entienda en el sentido de “inventado”,
«artificial», «que no se parece a la vida». Porque es precisamente así como se
componen las vidas humanas .
Se componen como una pieza de
música. El hombre, llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento
casual (la música de Beethoven, una muerte en la estación en un motivo que pasa
ya a formar parte de la composición de su vida. Regresa a él, lo repite, lo varía,
lo desarrolla como el compositor el tema de su sonata. Ana se hubiera podido
quitar la vida de otro modo. Pero el motivo de la estación y la muerte, ese motivo
inolvidable unido al nacimiento del amor, la atraía con su oscura belleza en el
momento de la desesperación. Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo
con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda desesperación.
Por eso no es posible echarle en
cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentros de las
casualidades (como el encuentro de Vronsky, Ana, el andén y la muerte o el encuentro de Beethoven, Tomás,
Teresa y el coñac), pero es posible echarle en cara al hombre el estar ciego en
su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida
pierda la dimensión de la belleza.
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