Jambalaya, Albert Forns, p. 108-109
Más de 150 millones de americanos
o bien son obesos o bien tienen sobrepeso, y en sólo una década, entre 1990 y
2000, el peso medio de los americanos aumentó casi cinco kilos. Actualmente,
los Estados Unidos son la primera potencia planetaria en baloncesto, béisbol e
índice de masa corporal, sólo superados por los países de la Micronesia o por
las barrigas de los emires de Kuwait.
Entre los causantes de esta
«epidemia mundia”;la denominación no es mía ni de Jim, sino de la OMS, el
enemigo público número uno de los fabricantes de embutidos- se encuentran
Walmart y las consecuencias de «siempre precios bajos», pero para ser justos
también habría que señalar el fast-food, la aportación americana más relevante
a la gastronomía mundial desde la patata. En los últimos treinta años, los
locales en que atiborrarse de Big Macs y Big Kings y las franquicias para
tomarse una Pecado Carnal, unos Tacos Locos o unas Gorditas Cheesy Crunch se
han triplicado, y, por contra, cada vez tienes que recorrer más kilómetros para
encontrar un restaurante donde te preparen unas verduritas al vapor y un
pescado a la plancha. El régimen del fast-food alimenta diariamente a uno de
cada cuatro americanos, y las multinacionales lo tienen claro, este Reich debe
durar mil años. Para mantenerse a perpetuidad, hace años que las grandes
cadenas trabajan con un objetivo publicitario único: los niños. Críos que no
saben ni hablar ya son capaces de identificar al payaso de McDonald's. “Dejad
que los niños se acerquen a mí” podría ser el lema de la empresa, un manera empresarial que todavía sigue recitándose. En
el documental Super Size Me -seguro que todos lo habéis visto, estuvo nominado a
los Oscar-, el tragabigmacs Margan Spurlock visita un colegio, y Ronald
McDonald es más conocido entre los chiquillos que Jesucristo, ocupando el
segundo lugar en el ranking mental de los niños, sólo superado por Papá Noel. No
está nada mal, sobre todo viendo que le ha copiado la táctica de regalarles
juguetes a los niños. Dicen que cuando aciertan con muñequitos muy buscados,
como las princesas de Frozen o los Cars de Pixar, las ventas pueden pasar de
diez a cien millones de Happy Meals en una semana. Pero con los pequeñajos no
les basta, y el asedio a los chiquillos se extiende, como una custodia
compartida, durante toda la escolarización: el fast-food ya ha entrado en
colegios, institutos y campus, y Subway, Taco Bell o Pizza Hut se han instalado
en los comedores. Si tienes quince años y puedes elegir, ¿por qué te decantas?,
¿por un plato de judías verdes con patatas o por pizzas, tacos y hamburguesas?
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