El vano ayer, Isaac Rosa, p. 77
El chivato español es muy
gregario. Varios individuos pueden formar, por estrecha cohabitación, una banda
compuesta por 150 o 200 animales que se reconocen entre ellos probablemente por
el sentido del olfato, que está muy desarrollado. Por otro lado, existe entre los
miembros de una misma banda una gran facilidad para comunicarse entre ellos.
Cuando un chivato se halla delante de un cebo, lo examina, lo estudia
largamente, lo olfatea, observa los alrededores y finalmente decide si pueden
consumirlo o no sus semejantes. En caso de duda, les comunica sus recelos y,
para evitar cualquier equivocación por su parte, deposita en la superficie del
cebo orina o excrementos. De esta forma los chivatos inexpertos están
protegidos de los accidentes.
Sus espacios naturales de
desenvolvimiento son variados. En realidad existen pocos hábitat donde no pueda
desarrollarse una comunidad de chivatos; incluso se han hallado restos fósiles de chivatos en condiciones adversas, como las
alturas andinas (ruinas de la civilización incaica) o el círculo polar
antártico (base científica francesa Dumont d'Urville, 140° de longitud este,
donde la acción invisible de un chivato motivó en 1993 el relevo del profesor
Bayrou por uso inapropiado de las comunicaciones vía satélite).
En la actualidad y entre
nosotros, su espacio preferente es el centro de trabajo, donde la
desintegración de los lazos de solidaridad de clase, la devaluación de las condiciones
laborales y la acción decidida de los departamentos de personal han favorecido
la aparición de un caldo de cultivo ideal, en el que los chivatos crecen y se reproducen
en la horizontalidad y la verticalidad de las empresas, causando
enfrentamientos, disoluciones, intrigas y una general desconfianza defensiva
que impide acciones conjuntas del cuerpo asalariado. Aunque suele ser
identificado y aislado, el chivato se beneficia de la alta movilidad laboral y
de las inevitables relaciones de poder que se forman en la conspiración de
pasillos, recreos de café y lealtades variables.
Pese a su preferencia por el
centro de trabajo, el chivato no ha desaparecido de otros hábitats en los que su
presencia es endémica, tales corno los centros escolares (donde podemos hallar
ejemplares cachorros que ya prometen una memorable madurez, alentados por
ciertos miembros incautos del cuerpo docente que no son conscientes del
monstruo que están creando, y pese a las represalias ejemplarizantes que sufren
por parte de los alumnos: la conocida fórmula "chivato paga el plato"
que incluye castigos corporales a merced de la cruel imaginación infantil), las
comunidades de vecinos (donde, junto a ejemplares ya identificados, como la
"vecina cotilla de patio" o el "vecino-mirilla", reina sin
discusión el tipo "portero': tradicionalmente considerado como la especie
de chivato por antonomasia, y tradicionalmente aprovechado por su potencial
informativo por las autoridades, aunque hoy en retroceso por la proliferación
de porteros electrónicos y el recorte de gastos en las comunidades), el
colectivo de taxistas (esos hombres ociosos que en las paradas empujan el
vehículo en punto muerto y leen prensa deportiva pasada de fecha no pueden tramar
nada bueno) y, por supuesto, ciertas alturas biológicas cuyo estudio escapa a
nuestro alcance, tales como la comunidad política y la periodística
(En la foto Bowie como Judas en la última tentación de Cristo)
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