Bailar en la oscuridad, KO Knausgard, p. 251-252
-Creo que no todos los presentes
han oído hablar de Heidegger- dijo Yngve en una pausa inesperada-. Supongo que
se podrá hablar de algo que no sea un oscuro filósofo alemán.
-Sí, supongo que sí -dijo
Kjartan-. Podemos hablar del tiempo. ¿Y qué vamos a decir entonces? El tiempo
está como siempre ha estado. El tiempo es aquello por lo que se hace visible la
existencia, de la misma manera que nosotros nos hacemos visibles a través del
estado de ánimo en el que nos encontramos, a través de lo que sentimos en cada
momento. No se puede imaginar un mundo sin tiempo, o a uno mismo sin
sentimientos. Pero ambas cosas automatizan al das Man. Das Man habla del tiempo
como si no fuera nada especial, él no lo ve, ni siquiera Johannes -dijo Kjartan
sefíalando al abuelo-, y eso que se pasa una hora al día escuchando el parte
meteorológico y siempre lo ha hecho y percibe todos los detalles, pero ni
siquiera él ve el tiempo, sólo ve lluvia o sol, niebla o aguanieve y no como es
en sí mismo, como algo único que aparece ante nosotros, a través de lo que se
muestra todo lo demás, en esos momentos de ... de gracia, tal vez. Heidegger si
se aproxima a Dios y a lo divino, pero nunca se funde con ello, nunca recorre
todo el camino, pero allí está, justo detrás, tal vez incluso como una
condición del pensamiento.
Yngve, que habla puesto los ojos
en blanco cuando Kjartan empezó .a hablar del tiempo, pinchó un trozo de salmón
con el tenedor y lo llevó a su plato.
-¿Habrá también este año las dos
cosas, jamón de cordero ahumado y costillas de cerdo? -preguntó.
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