El ruido del tiempo, Julian Barnes, p. 105
El arte pertenece a todo el mundo
y a nadie. El arte pertenece a todas las épocas y a ninguna. El arte pertenece a
quienes lo crean y a quienes lo disfrutan. El arte no pertenece más al pueblo y
al Partido de lo que perteneció en otro tiempo a la aristocracia y a los
mecenas. El arte es el susurro de la historia que se oye por encima del ruido
del tiempo. El arte no existe por amor al arte: existe por el bien de la gente.
Pero ¿qué gente, y quién la define? Él siempre pensó que su arte era
antiaristocrático. ¿Escribía, como sus detractores sostenían, para una élite
burguesa y cosmopolita? N o. ¿Escribía, como sus detractores querían, para el
minero de Donbass fatigado de su turno de trabajo y necesitado de un reposo
tranquilizador? No. Escribía música para todos y para nadie. La escribía para
quienes más apreciaban la música que escribía, sin tener en cuenta su
extracción social. La escribía para los oídos que podían escucharla. Y sabía,
por consiguiente, que todas las definiciones verdaderas del arte son
circulares, y todas las definiciones falsas del arte le atribuyen una función
específica.
En la imagen Dmitri Shostakovich
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