Los papeles de Puttermesser, Cynthia Orzick, p. 322-323
En el Paraíso, Emil fue invitado a sentarse en el 'fisch de
Kant. A veces Wittgenstein y Quine estaban allí; una vez -¡qué momento aquel¡-,
apareció Platón.
-¿Qué aspecto tiene? -preguntó Puttermesser. Tocó con su
dedo meñique la boca de Emil y dejó que él la besara.
-Es petiso. Cabeza grande, nariz grande, orejas traslúcidas,
la habitual frente poética -dijo Emil-. Ve a Maimónides con frecuencia. Me dijo
que está empezando con el Talmud, aunque me dijo que lo encuentra un tanto
desordenado. En comparación con su propia obra.
-¿De qué color son sus ojos? -insistió Puttermesser.
-Qué extraño que quieras saber eso.
-Pero ¿de qué color son?
-Blancos -dijo Emil-. Todos blancos.
-¿No querrás decir que es ciego?
En cuanto hubo dicho esto advirtió que era una estupidez. En
el Paraíso la vista y la lucidez son igualmente agudas. En ninguna otra parte
es tan fácil enhebrar una aguja o comprender una idea.
-Nieva dentro de sus ojos. Cuando miras dentro de ellos siempre
está nevando, como si fuera un campo totalmente blanco.
En el Paraíso, Puttermesser al fin dio a luz. La piel del niño
era de un dorado sedoso. Lo circuncidaron y plantaron el diminuto prepucio
dorado debajo de un olivo, y a partir de entonces cada aceituna y cada rama
empezaron a volverse doradas. Y cuando todas las aceitunas se volvieron
doradas, la nieve cesó en los ojos de Platón y sus ojos se volvieron tan dorados
como las aceitunas en las ramas del olivo. En el Paraíso, Puttermesser era
feliz: en su cerebro y en su corazón, en su vientre y en todos sus órganos
sexuales.
Pero existe una falla en el Edén. La falla no es la que nos cuentan
los relatos: no hay ninguna serpiente. Todas las frutas que crecen en los
árboles se pueden comer. No hay expulsión alguna; no hay ningún ángel
blandiendo una espada flamígera. Son todos cuentos para niños. El eterno Edén
es tan dulce como Puttermesser y un billón de otros imaginaron antes que ella.
En el Paraíso todos los deseos se hacen realidad. Todos los anhelos se cumplen;
en cada instancia la realización excede al sueño.
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