Extinción, DF Wallace, p. 217
Una
pista de que el tiempo secuencial tiene algo no del todo real tal como uno lo
experimenta son las diversas paradojas del tiempo que supuestamente transcurre y de un llamado presente que está continuamente desplegándose hacia
el futuro y creando más y más pasado tras de sí. Como si el presente fuera un
coche -un coche majo, por cierto-y el pasado fuera la carretera por la que
acabáramos de circular, y el futuro fuera b carretera iluminada por los focos a
la que todavía no hemos llegado, y el tiempo fuera el movimiento hacia delante
del coche, y el presente exacto fuera el parachoques del coche que se adentran
en la niebla del futuro, de manera que en este momento hay un ahora y un
poquito después un ahora completamente distinto, etcétera. Salvo que si el
tiempo está transcurriendo, ¿cómo va de deprisa? ¿A qué velocidad cambia el
presente? ¿Lo ve? Es decir, si usamos el tiempo para medir el movimiento o el
ritmo -,lo hacemos, es b única manera de hacerlo-, 95 kilómetros por hora,
setenta pulsaciones por minuto, etcétera, ¿cómo se puede medir la velocidad a la
que se mueve el tiempo? ¿Un segundo por segundo? No tiene sentido. Ni siquiera
se puede decir que d tiempo fluya ni se
mueva sin toparse otra vez con la paradoja. Así que piense por un segundo: ¿y si en realidad no existe ningún
movimiento? ¿Y si todo se está desplegando en el único destello que llamamos el
presente, en esa primera e infinitamente
pequeña fracción de segundo del impacto
en que el parachoques delantero del coche lanzado a toda velocidad empieza justo
a tocar el lateral del puente, justo
antes de que el parachoques se arrugue y deforme el mono del vehículo y usted
salga despedido violentamente hacia delante y la barra del volante se le abalance
sobre el pecho como si hubiera sido disparada desde algo enorme?
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