Llamadme Autólico. Bueno no,
mejor no. Aunque, al igual que ese triste payaso, sea un recolector de bagatelas.
Que es una manera elegante de decir que robo. Siempre lo he hecho, hasta donde
alcanza mi memoria. Puedo asegurar con justicia que fui un niño prodigio en el bello
arte del hurto. Es mi vergonzoso secreto, uno más de mis vergonzosos secretos,
de los que no me siento, sin embargo, tan avergonzado como debería. No robo por
lucro. Los objetos, las cosas de las que me apropio -ese es un bonito verbo,
formal y .remilgado-son por lo general de escaso valor. A menudo sus dueños ni
siquiera los echan en falta. Eso me molesta, me suscita dudas. No pretendo decir
que deseada ser descubierto, pero sí que la pérdida fuera notoria; es
importante que sea así. Importante para mí, quiero decir, y para la magnitud y
legitimidad de ... ¿cómo decirlo? De la proeza. El esfuerzo. El acto. Os
pregunto; ¿qué sentido tiene robar si nadie percibe que algo ha sido robado?
En otro tiempo pintaba. Esa era
mi otra pasión, mi otra inclinación. En otro tiempo fui artista. ¡Ja! La
palabra que he escrito primero no ha sido artista, sino carterista. Un lapsus.
Un desliz. Acertado en cualquier caso. Fui artista y ahora soy ladrón. Ja. Debería
detenerme antes de que sea demasiado tarde. Pero ya es demasiado tarde.
Orme. Ese es mi nombre. A algunos
de vosotros, amantes del arte, enemigos del arte, tal vez os suene de tiempos
pasados. Oliver Orme.
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