Extinción, DF Wallace, p. 200
Ni tampoco es estrictamente
cierto que el psicoanalista no tuviera nada interesante que decir ni que a
veces no proporcionara modelos o puntos de vista útiles para contemplar el
problema básico. Por ejemplo, resultó que una de sus premisas operativas básicas
era la afirmación de que solo había dos orientaciones básicas y fundamentales
que una persona podía tener hacia el mundo: 1) amor y 2) miedo, y que ambas no
podían coexistir (o, en términos lógicos, que sus dominios eran exhaustivos y mutuamente
excluyentes, o bien sus dos conjuntos no tenían intersección pero su unión comprendía
todos los elementos posibles, o bien
que:
'('v'x) ((Mx-+-(Ax))
&(Ax-+-~)) &-((3x) (-(Mx) &-(Ax))'),
o sea, en otras palabras, que
cada día de tu vida la pasabas al servicio de uno u otro de estos amos, y que ”uno
no puede servir a dos amos” -la Biblia otra vez- y que una de las peores dos ideas
sobre la concepción de la masculinidad competitiva y orientada a. los logros
individuales que Norteamérica supuestamente inculcaba a sus machos era que
causaba un estado más o menos constante de miedo que hacía que el amor genuino
fuera casi imposible. Es decir, que lo que pasaba por amor en los hombres norteamericanos
no era normalmente más que la necesidad de ser visto de cierta manera, lo cual
quería decir que los machos de hoy tenían un miedo tan constante a «no dar la
talla» (la frase es del doctor Gustafson, evidentemente sin intención de juego de
palabras) que debían pasar todo el tiempo convenciendo a los demás de su “validez”
(que resulta ser también un término de la lógica formal) masculina a fin de
tranquilizar su propia inseguridad, lo cual hacía que el amor genuino fuera
casi imposible.
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