PORNOGRAFíA
O'Byrne atravesó a pie el mercado
del Soho hasta la tienda de su hermano, en Brewer Street. Un puñado de clientes
hojeaba las revistas, y Harold los observaba a través de unas gafas de culo de
vaso desde su tarima, en un rincón. Harold apenas medía metro sesenta y llevaba
zapatos de plataforma. Antes de convertirse en empleado suyo, O'Byrne lo
llamaba Renacuajo. Junto al codo de Harold, un minúsculo transistor bramaba los
detalles de las carreras previstas para aquella tarde.
-Vaya -dijo Harold con un
desprecio apenas velado-, el hermano pródigo ...
Cada vez que pronunciaba una
consonante, sus ojos revoloteaban tras las lentes de aumento. Miró por encima del
hombro de O'Byrne.
-Aquí vendemos revistas, señores.
Los mirones se revolvieron
inquietos como si alguien hubiera turbado su sueño. Uno de ellos devolvió la
revista a su sitio y se marchó apresuradamente de la tienda.
-¿Dónde te hablas metido? -dijo
Harold en voz más baja.
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