Extinción, DF Wallace, p- 216
Muy bien, ahora estamos llegando
a lo que le prometí y a lo que le he estado conduciendo a través de toda la
tediosa sinopsis de los antecedentes de esto con la esperanza de llegar. Es decir, a cómo es morir, a lo que pasa.
¿Verdad? Eso es lo que todo el mundo quiere saber. Y usted también, confíe en
mí. No importa que decida usted hacerlo finalmente o no, no importa si de alguna
forma yo le convenzo de que no lo haga de la forma que usted piensa que voy a
intentarlo o no. No es lo que la gente cree, para empezar. La verdad es que ya
sabe usted cómo es. Ya conoce usted la diferencia entre el tamaño y la
velocidad de todo lo que le pasa a usted por la cabeza y de la parte diminuta e
inadecuada que usted puede decirle alguna vez a alguien. Como si en el interior
de usted hubiera una sala enorme llena de lo que parece ser el contenido de
todo el universo en un momento dado y sin embargo las únicas partes que
consiguen salir tuvieran que estrujarse de alguna forma para pasar a través de
uno de esos ojos de cerradura diminutos que se ven debajo del pomo en las
puertas antiguas. Como si todos estuviéramos intentando vernos los unos a los
otros a través de esos diminutos ojos de cerradura.
Pero si la puerta tiene un pomo,
es que se puede abrir. Pero no de la forma que usted cree. Pero ¿y si pudiera
abrirla? Piense un segundo: ¿qué pasaría si todos los mundos infinitamente densos
y cambiantes de cosas que tiene usted dentro a cada momento de su vida
resultaran ahora estar de alguna forma completamente abiertos y fueran
expresables?
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