De Un hombre vulgar de Miquel de Palol, p. 197
Hace unos años, para la mayoría el heredero de Mozart no era Beethoven, sino Rossini.
Jaap escuchó justo la última frase al pasar y dijo:
—No sería para gente de gran talla intelectual.
—Para Stendhal.
—Ah.
Sebastian entró en el despacho para consultar algo y Eusebi fue tras él.
—Conoces —dijo, con un entusiasmo contenido que impacientaba a Sebastian, escéptico y con vergüenza ajena ante lo que siempre le habían parecido vitalismos
impostados— el estudio de Graussberger sobre los patrones temáticos de Bach?
—He leído un par de reseñas. Parece bastante delirante.
—Quizá, pero le encaja todo.
—Cuando todo encaja, busca dónde te has equivocado
—replicó en voz baja Sebastian—. Proverbio chino.
—Ha descubierto una progresión de complejidad de los patrones contrapuntísticos —prosiguió Eusebi—, y que el conjunto de la obra forma un dibujo lógico geométrico perfecto en cuyo interior, mediante un proceso de analogía y proyección similar, por ejemplo, al de los tests de inteligencia, las distintas piezas desglosadas se colocan con ayuda del ordenador según determinados parámetros para, por un lado, establecer con seguridad autorías hasta ahora dudosas para los exegetas escrupulosos, como la del aria
inicial de las Variaciones Goldberg o incluso la del «Tema Real» de la Ofrenda musical, que es suya y no del rey, y por otro completarlo llevando el mecanismo a las últimas con secuencias; es decir, cerrando la figura, que funciona como un locus mnemónico perfecto: toda la obra en la cabeza a partir de una única idea mecánica.
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