De Por la parte de Swan, de MP, p. 251 (Lumen)
De todos los modos como sobreviene el amor, de todos los agentes de diseminación del mal sagrado, uno de los más eficaces es sin duda ese gran arranque de inquietud de que a veces somos presa. Entonces la suerte está echada: la persona con la que estamos a gusto en ese momento es aquella a quien amaremos. Ni siquiera es necesario que nos gustara hasta entonces más que otras o incluso tanto, sino sólo que nuestro gusto por ella se vuelva exclusivo. Y esa condición se cumple cuando a la búsqueda de placeres que su encanto nos brindaba substituye bruscamente en nosotros —en el momento en que nos falta— una necesidad ávida cuyo objeto es esa persona misma, una necesidad absurda, que resulta imposible de satisfacer y difícil de curar en razón de las leyes de este mundo: la insensata y dolorosa necesidad de poseerla.
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