De Intente usar otras palabras, de Germán Sierra
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Leer, por el contrario, es igual que bailar: es un ejercicio corporal
El componente óptico de la lectura es una confusa danza de los ojos sobre las accidentadas paralelas negras —;y quién sabe cómo después los complicados zigzagueos oculomotores se coordinan con la comprensión sintáctica y léxica!— Contrariamente a la sensación musical, de «relato cantado)), que pueda evocar un texto literario, nuestra mirada no se desliza suavemente a lo largo de las líneas impresas: la máquina ocular (máquina de ocultar) provoca rápidos movimientos a izquierda y derecha, saltos imperceptibles hacia delante y hacia atrás que duran tan solo unas pocas milésimas de segundo y qne abarcan una media de 5 a 10 letras y/o espacios. Entre cada uno de esos saltos sacádicos, los ojos detienen sobre una sola o, como máximo, dos palabras durante un cuarto de segundo, de tal modo que la lectura es, en realidad, una especie de carrera de obstáculos, excepto cuando anticipamos el significado incluso de una frase entera, o nos saltamos los artículos, las preposiciones o los adverbios obvios que damos por supuestos.
Existen dos escuelas de teoría de la lectura: la primera de que lo esencial son las paradas, esos descansos en los que el cerebro aprovecha para beber el sentido de lo escrito, La segunda, en cambio, preconiza que la auténtica lectura es el movimiento, intervalos, el ritmo de las ojeadas. Laberintos y pliegues.
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