García Márquez: Historia de un deicidio, Vargas Llosa, p. 16
García Márquez evoca así ese
episodio: «Llegó un momento en que toda esa gente empezó a tomar conciencia, conciencia
gremial. Los obreros comenzaron por pedir cosas elementales porque los
servicios médicos se reducían a darles una pildorita azul a todo el que llegara
con cualquier enfermedad. Los ponían en fila y una enfermera les metía, a
todos, una pildorita azul en la boca ... Y llegó a ser esto tan crítico y tan
cotidiano, que los niños hacían cola frente al dispensario, les metían su
pildorita azul, y , ellos se las sacaban y se las llevaban para marcar con
ellas los números en la lotería. Llegó el momento en que por esto se pidió que
se mejoraran los servicios médicos, que se pusieran letrinas en los campamentos
de los trabajadores porque todo lo que tenían era un excusado portátil, por
cada cincuenta personas, que cambiaban cada Navidad ... Había otra cosa
también: los barcos de la compañía bananera llegaban a Santa Marta, embarcaban
banano y lo llevaban a Nueva Orleans; pero al regreso venían desocupados. Entonces
la compañía no encontraba cómo financiar los viajes de regreso. Lo que
hicieron, sencillamente, fue traer mercancía para los comisariatos de la compañía
bananera y donde sólo vendían lo que la compañía traía en sus barcos. Los
trabajadores pedían que les pagaran en dinero y no en bonos para comprar en los
comisariatos. Hicieron una huelga y paralizaron todo y, en vez de arreglarlo,
el gobierno lo que hizo fue mandar el ejército. Los concentraron en la estación
del ferrocarril, porque se suponía que iba a venir un ministro a arreglar la
cosa, y lo que pasó fue que el ejército rodeó a los trabajadores en la estación
y les dieron cinco minutos para retirarse. No se retiró nadie y los
masacraron». La cita no sólo documenta el origen histórico de un episodio de Cien
años de soledad; además, revela algo sobre la personalidad del autor: su
memoria tiende a retener los hechos pintorescos de la realidad. Las anécdotas
de la «pildorita azul» y de la «letrina portátil» no atenúan las implicaciones morales
y políticas del drama social a que aluden, aunque seguramente hay en ellas
exageración. Al contrario: lo fijan en hechos que, por su carácter inusitado y
su cruel comicidad, le dan un relieve todavía mayor.
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