Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.224. LA TIERRA DE LA GRAN PROMESA / JUAN VILLORO


"El cine mexicano es rencor con palomitas", decía Luis Jorge Rojo.

En sus exaltadas clases mencionaba la tesis de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal, el perjuicio que se ejerce como un trámite y convierte la mediocridad y el conformismo en las peores formas del daño.

Rojo era el mejor crítico de cine en un país donde el momento culminante de un oficio implicaba renunciar a él. Aún publicaba reseñas, la mayoría de corte negativo, obsesionado en demostrar que el objeto de su pasión ya no valla la pena. Estudiar con él era una forma de la paradoja: Rojo hablaba con tal fervor de la imposibilidad de hacer gran cine que daban ganas de realizarlo.

Sólo una vez Diego González vio alterado a su maestro: la tarde en que la Cineteca ardió en llamas. A partir de entonces hablaron de lo que se pierde con el fuego, pero nunca mencionaron una escena peculiar que vieron ese día. Abandonaban el lugar de los hechos cuando se toparon con un grupo de bomberos que había desplegado objetos en la banqueta, cosas recuperadas entre las llamas. Salvo el capitán, que llevaba un casco dorado, los apagafuegos eran de la edad de Diego, jóvenes de veintitantos años con las mejillas enrojecidas y marcas de tizne en las manos, los dedos sucios por los objetos que habían tocado después de quitarse los guantes.

Sobre la acera, Diego vio cosas dispersas: un pequeño trofeo de asas orejonas, una máquina de escribir Lettera 22, cuatro o cinco cuadernos, un silbato, un yo-yo de madera, un chaleco que tal vez había


No hay comentarios:

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia