Ovejas negras, Félix de Azúa, p. 109
En julio de 2001, Tanja Ostojic
se depiló el triángulo púbico y le dio la forma de un cuadrado. La decisión de
Tanja podría parecer un capricho privado, pero tuvo lugar en la Bienal de
Venecia y fue una de las obras artísticas más valoradas por el comisario Harald
Szeemann. Bien es verdad que sólo Szeemann pudo ejercer semejante juicio sobre
la obra, ya que la depilación tuvo lugar en su presencia. Nadie más pudo
contemplar la acción llamada Black Square on White. Quizá podría haberse
titulado Black Square on Pink, pero nunca sabremos si el título se adecua a la
pieza, del mismo modo que nadie sabrá nunca cómo pudo Szeemann tomar la
decisión de incluir la obra en la Bienal, sin antes haberla visto.
Aunque para Ostojic su acción es
una denuncia del Cuadrado Negro de Malevitch, algunos teóricos afirman que para
llevar la obra a su perfección habría que haber utilizado otra parte de la
anatomía humana, quizá la zona anal de un varón muy hirsuto, por ejemplo. El
valor simbólico transgresor del culo es muy superior al del Monte de Venus,
cuyo nombre ya lo dice todo.
No es la primera vez que Ostojic
utiliza una materia artística tan efímera. En 1998 se la podía ver en el
ascensor del Museo de Historia de Luxemburgo, desnuda y rapada de arriba abajo.
Los usuarios del ascensor subían y bajaban acompañados por la escultura humana
«Ostojic». La obra, titulada Personal Space, se incluyó en la «Manifesta 2» de
la ciudad, y tampoco en este caso hemos podido averiguar si el comisariado la
juzgó aceptable tras haberla estudiado apreciativamente. Con ser interesante,
lo mejor de la producción de Ostojic no es el objeto artístico material
(posiblemente mejorable), sino los comentarios que suscita entre los teóricos.
En un artículo de Suzana Milevska (NU. vol. III, n.º 5, 2001. The Nordic Art
Review) se relaciona Personal Space con una crítica al régimen de Milosevic, ya
que el dictador impedía cualquier «espacio personal», incluso en los
ascensores. También permitía una reflexión sobre la mirada, dado que los
usuarios que miraban a la chica, eran, a su vez, mirados por otros usuarios y
por la chica, lo cual suele ocurrir en los ascensores pero más intensamente cuando
los utiliza una chica desnuda. Además, usuarios y chica se convertían en un
grupo viviente ( del que Luxemburgo pagaba sólo una parte mínima) con el consiguiente
«reexamen de las dicotomías establecidas». Según la experta, en esta obra es
evidente la influencia de A!thusser
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