Ovejas negras, Félix de Azúa, p. 111
Dada la importancia de la
artista, en la Bienal de necia antes mencionada, Ostojic presentó una segunda pieza
titulada I'll be your Angel. Una vez afeitada ( o no; eso sólo lo sabe Szeemann),
le siguió como su sombra durante cuatro días allí adonde fuera, «poniendo en
crisis la dicotomía comisario/artista». Aquello fue, afirma Milevska, una
«deconstrucción de la política cultural y de género» que dejará huella
indeleble, sobre todo en Szeemann, «un hombre de setenta y pico de años,
simpático, casado y aún atractivo». El texto de Milevska reivindica con
elegancia el intercambio sexual no alienado, entre ancianos y jovencitas, y
denuncia «los rituales marido/mujer/amante» siempre reducidos al ámbito
alienante del chisme.
No acaba ahí la intensidad
crítica de la artista servia. Subvencionada por Christian Lacroix, la muchacha
iba primorosamente vestida (notable cambio estructural de su estilo) y sonreía
sin descanso «como denuncia de la hipocresía de los famosos», y (aspecto
sacrificial) «bajo el despiadado sol mediterráneo». Como conclusión, Milevska
afirma que el pubis rapado de Ostojic es «el mejor instrumento para
viviseccionar las complejas relaciones entre las esferas de lo privado y lo
público, la jerarquía y la marginación, la subjetividad y la mercantilización».
Nunca algo tan minimal ha conseguido un efecto tan maximal.
No obstante, un grupo de
feministas radicales está preparando un proyecto para que en la próxima Bienal se
repita la performance, pero esta vez realizada por una mujer de la misma edad
que Szeemann. Quieren poner de manifiesto que no sólo los ancianos (atractivos)
tienen derecho al arte y al sexo con jovencitas. Las ancianas se han sentido
agraviadas.
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