Calle Este-Oeste, Philippe Sands, p.405
Samuel Rajzman compareció en el estrado la mañana del 27 de febrero, tras ser presentado a los jueces como un hombre que había «vuelto del otro mundo». Llevaba traje oscuro y corbata y lo observaba todo atentamente a través de unas gafas. Su rostro arrugado y anguloso tenía cierta expresión de asombro y desconcierto por estar vivo; y ahora se sentaba a unos pasos de Hans Frank, en cuyo territorio se situaba Treblinka. Mirando a aquel hombre, uno no se hacía idea del camino que había recorrido o de los horrores que había presenciado.
Habló con voz comedida y
tranquila del viaje desde el gueto de Varsovia en agosto de 1942, del
transporte en tren en condiciones inhumanas: ocho mil personas apretujadas en
vagones de ganado. Él era el único superviviente. Cuando el fiscal ruso le preguntó por el momento de la llegada,
Rajzman le explicó cómo les habían hecho desnudarse y caminar a lo largo del
Himmelfohrtstrasse, el «camino al cielo», un corto paseo hasta la cámara de
gas, cuando de repente un amigo de Varsovia lo sacó de la fila y se lo llevó:
los alemanes necesitaban un intérprete; pero
antes le hicieron cargar la ropa de los muertos en trenes vacíos que partían de
Treblinka. Pasaron dos días; luego llegó un transporte procedente de la pequeña
población de Vinegrova en el que venían su madre, su hermana y sus hermanos. Él
los vio caminar hacia las cámaras de gas, sin poder intervenir. Varios días
después le entregaron los papeles de su esposa, junto con una fotografía en la
que aparecía esta con su hijo.
«Eso es todo lo que me han dejado
de mi familia», declaró en la sala de justicia, en aquella reveladora
comparecencia pública. «Una fotografía.»
Luego hizo un vívido relato del
asesinato a escala industrial, detallando actos individuales de horror e inhumanidad.
Una niña de diez años fue conducida al Lazarett (hospital) junto con su hermana
de dos, custodiadas por un alemán llamado Willi Mentz, un lechero con un
bigotito negro (más tarde Mentz volvería a su oficio, que siguió ejerciendo
hasta que fue condenado a cadena perpetua en el juicio de Treblinka, celebrado
en Alemania en 1965). La mayor de las niñas se lanzó sobre Mentz mientras este
sacaba su arma. ¿Por qué quería matar a la pequeña? Rajzman describió cómo vio
a Mentz coger a la niña de dos años, recorrer la breve distancia que le
separaba de uno de los crematorios, y arrojarla dentro de un horno. Luego mató
a su hermana.
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