El hombre de la bata roja, Julian Barnes, p. 85
Cuando se publicó A contrapelo, a
Huysmans le sorprendió recibir una carta de un «admirador entusiasta» que
contenía una serie de fotografías sugestivas. Mostraban al remitente en diversas
poses y diferentes disfraces de teatro junto con fotos de su dormitorio,
«amueblado con el pésimo gusto de una fulana». El admirador firmaba Jean
Lorrain.
Lorrain era un dandi, poeta,
novelista, dramaturgo, crítico literario, articulista -a mediados de la década
de 1890 se le consideraba el periodista mejor pagado de París-, promotor de
escándalos, divulgador de chismes, erotómano y duelista: un individuo al que
era peligroso frecuentar y que cultivaba adrede los excesos casi por principio,
un homosexual más inequívocamente declarado que los más sofisticados estetas y
dandis con los que se mezclaba. Era un asiduo de bares y licorerías, clubs y
salones de baile, garitos de mala fama y ferias. Como a muchos de su ambiente,
le gustaba lo alto y lo bajo, el salón y la calle; despreciaba el término medio
porque provenía de la clase media. Su padre dirigía una compañía de seguros
marinos y una fábrica de ladrillos en Fécamp. El joven Paul Duval se despojó de
nombre y apellido y se reinventó como Jean Lorrain.
Es un personaje del que en parte
prefieres que no aparezca en tu libro por miedo a que acapare demasiado texto. Era
derrochador, intrépido, despreciable, malvado, talentoso y envidioso, un amigo que no podía evitar
traicionarte y un enemigo al que nunca olvidarías. Pero Sarah Bemhardt se lo
presentó a Pozzi, que fue su amigo, confidente y médico durante treinta años,
así como su anfitrión en la place Vendôme. Y aquí lo tenemos. Como muchos
biógrafos han descubierto, por desgracia no puedes elegir a los amigos de tu
biografiado.
Lorrain personificaba tanto la
cultura como la anarquía de la Belle Époque. El poeta belga Hubertjuin decía de
él que «amaba su época hasta el punto de detestarla». La Goulue, la famosa
bailarina del Moulin Rouge, le apodaba el "bellio somnoliento» a causa de
sus ojos glaucos de rana y sus gruesos párpados. Otros, por repugnancia moral
(y homofóbica), evitaban una descripción física. George Painter, biógrafo de
Proust, decía de Lorrain que era «Un invertido corpulento y fofo [ ... ]
drogado, maquillado y empolvado ... [que] lucía montones de anillos en sus
dedos gordos y blancos, dedos que parecían peces.”
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