Juventud, JM Coetzee, p. 54-55
Se refugia de IBM en el cine. El
Everyman de Hampstead le abre los ojos a películas de todo el mundo, realizadas
por directores cuyos nombres le resultan nuevos. Va a ver todo el ciclo de
Antonioni. En una película titulada El eclipse, una mujer deambula por las
calles de una ciudad desierta, bañada por el sol. La mujer está inquieta,
ansiosa. No acaba de estar claro lo que le causa ansiedad; su cara no revela
nada.
La mujer es Monica Vitti. Con sus
piernas perfectas, sus labios sensuales y su mirada abstraída, Monica Vitti le
persigue; se enamora de ella. Sueña que, de entre todos los hombres del mundo,
él es el elegido para darle consuelo y solaz. Llaman a la puerta. Monica Vitti
está de pie frente a él, pidiendo silencio con un dedo en los labios. Él da un
paso adelante, la abraza. El tiempo se detiene; Monica Vitti y él son uno solo.
Pero ¿es el amante que Monica
Vitti busca? ¿Calmará la ansiedad de Monica Vitti mejor que los hombres de las
películas? N o está seguro. Incluso si encontrara una habitación para los dos,
un lugar secreto en algún barrio londinense tranquilo y dominado por la niebla,
sospecha que ella seguirla escabulléndose de la cama a las tres de la madrugada
para sentarse a la mesa iluminada por una única lámpara, perturbadora, presa de
la ansiedad.
La ansiedad que sufren Monica
Vitti y otros personajes de Antonioni es de un tipo que no le resulta familiar.
De hecho, no se trata de ansiedad en absoluto, sino de algo más profundo:
angustia. A él le gustaría probar la angustia, aunque solo sea para saber cómo
es. Pero, por mucho que lo intente, no encuentra en su corazón nada reconocible
como angustia. La angustia parece ser una cosa europea, totalmente europea; en Inglaterra
todavía está por llegar, no digamos ya en las colonias de Inglaterra.
En un artículo del Observer se
explica la angustia del cine europeo como una emanación de la incertidumbre
derivada de la muerte de Dios. No le convence. No puede creer que lo que empuja
a Monica Vitti hacia las calles de Palermo bajo la furiosa esfera solar, cuando
lo mismo podría quedarse en la fresca habitación de un hotel y que un hombre le
hiciera el amor, es la bomba de hidrógeno o el fracaso de Dios en su intento de
hablar con ella. Cualquiera que sea la verdadera explicación, tiene que ser más
compleja.
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