Juventud, JM Cpetzee, p. 52
Está metido en el mundo de los
negocios, y en el mundo de los negocios, descubre, no hay necesidad de ser
educado.
La programación tiene algo que le
desconcierta y, sin embargo, ni siquiera los hombres de negocios de la clase
parecen tener problemas. Inocentemente había imaginado que la programación
informática trataría sobre los modos de traducir la lógica simbólica y la
teoría a códigos digitales. En cambio, solo se habla de inventarios y salidas
de efectivo, de cliente A y cliente B. ¿Qué son los inventarios y las salidas de
efectivo, y qué tienen que ver con las matemáticas? Lo mismo podría ser un
oficinista clasificando fichas; lo mismo podría ser un aprendiz de jefe de
estación.
Al final de la tercera semana se
presenta al examen final, aprueba con resultados mediocres y se gradúa para
poder trasladarse a la calle Newman, donde lo destinan a una sala con otros
nueve programadores jóvenes. Todo el mobiliario de la oficina es de color gris.
En el cajón del escritorio encuentra papel, una regla, lápices, un sacapuntas y
una pequeña agenda con cubiertas de plástico negro. En la tapa, en mayúsculas,
pone PIENSA. PIENSA es el lema de IBM. Lo que tiene de especial IBM, deduce, es
su constante compromiso con el hecho de pensar. Los empleados deben pensar todo
el tiempo, y así vivir de acuerdo con los ideales del fundador de IBM, Thomas J.
Watson. Los empleados que no piensan no pertenecen a IBM, que es la
aristocracia del mundo de los negocios de las máquinas. En las oficinas
centrales de White Plains, en Nueva York, IBM posee un laboratorio donde se
llevan a cabo investigaciones en ciencia informática más punteras que en todas
las universidades del mundo juntas. Los científicos de White Plains ganan más
que los profesores de universidad y consiguen cualquier cosa que puedan
necesitar. Todo lo que tienen que hacer a cambio es pensar.
(En la imagen HAL)
No hay comentarios:
Publicar un comentario