PRIMERA PARTE
París
La vida no es una novela. Al
menos eso es lo que a ustedes les gustaría creer. Roland Barthes sube una vez más
por la rue de Bievre. El mayor crítico literario del siglo xx tiene sobrados
motivos para estar angustiado en grado sumo. Su madre, con quien mantenía unas
relaciones muy proustianas, ha muerto. Y su curso en el College de France,
titulado «La preparación de la novela», ha resultado un fracaso del que
difícilmente puede sustraerse: durante todo el año ha estado hablándoles a sus alumnos
de haikus japoneses, de fotografía, de significantes y significados, de
divertimentos pascalianos, de camareros de café, de batas guateadas o del
número de asientos en el anfiteatro, de todo menos de novela. Y va para tres
años así. Sabe irremediablemente que el propio curso no es más que una maniobra
dilatoria para aplazar el momento de empezar una obra verdaderamente literaria,
es decir, una que haga justicia al escritor hipersensible que está aletargado
en él
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