Tan poca vida, p. 488
En ese momento no hice mucho caso
de ese consejo, pero a medida que se agravaba la enfermedad de Jacob, pensé en
ello con más frecuencia y comprendí cuán sabio era. Todos decimos que queremos
que nuestros hijos sean felices, felices y sanos, pero no queremos eso. En
realidad deseamos que sean como nosotros, o mejores que nosotros. En eso somos
muy poco imaginativos, y no estamos preparados para aceptar que puedan ser
peores. Supongo que eso sería pedir demasiado, debe de ser un recurso de la evolución:
si fuéramos tan conscientes de lo que se puede torcer, nadie tendría hijos.
Cuando Liesl y yo comprendimos
que Jacob padecía una enfermedad grave, nos esforzamos por readaptarnos, y deprisa.
Nunca habíamos dicho que quedamos que nuestro hijo fuera a la universidad, por
ejemplo; simplemente dábamos por hecho que ida y que luego hada un posgrado,
porque era lo que nosotros habíamos hecho. Sin embargo, aquella primera noche
que pasamos en el hospital, después del primer ataque, Liesl, que era una
planificadora nata y muy previsora, dijo: «Tenga lo que tenga, todavía puede
disfrutar de una vida larga y sana. Hay colegios a los que podrá ir y hay
centros donde pueden enseñarle a valerse por sí mismo”. Yo le contesté con
brusquedad; la acusé de darlo por perdido con demasiada facilidad. Tiempo
después me avergonzaría de ello. La admirada; admirada la rapidez y la
naturalidad con que se adaptaba al hecho de que el hijo que había esperado
tener no fuera el que tenía. Admiré que mucho antes que yo comprendiera que un
hijo no es lo que esperas que logre en tu nombre, sino el placer que te
proporcionará siendo él como sea, y, sobre todo, el placer que tendrás el
privilegio de proporcionarle a él. A partir del momento en que le
diagnosticaron la enfermedad, fui siempre
un paso por detrás de Liesl: seguí soñando que mejoraba, que volvería a ser el
niño que había sido; ella, en cambio, solo pensaba en la vida que podría llevar
dadas las circunstancias. Tal vez podrá ir a un colegio especial. Está bien, no
podrá ir a ningún colegio, pero quizá podrá apuntarse a un centro y jugar. Está
bien, no podrá ir a un centro y jugar, pero tal vez podrá disfrutar de una
larga vida. Está bien, no tendrá una larga vida, pero quizá podrá disfrutar de
una vida corta y feliz. Está bien, no podrá tener una vida corta y feliz, pero
tal vez podrá vivir una vida corta con dignidad: nosotros podíamos dársela y
eso es lo que hadamos sin esperar nada más.
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