Conversaciones con DF Wallace, p. 50-51
DFW: Bueno, retorcerse las manos y afirmar que la televisión
ha acabado con los lectores es una simplificación excesiva. Porque la cultura televisiva
estadounidense no llegó de la nada. En lo que la televisión es extremadamente
buena -y obsérvese que esto es lo único que hace-- es en averiguar lo que
grandes cantidades de personas creen que quieren, y proporcionárselo. Y dado
que siempre ha existido una profunda y característica repugnancia americana por
la frustración y el sufrimiento, la
televisión evita estos temas como una plaga en favor de algo anestésico y poco
exigente.
L.M.: ¿De verdad piensas que la repugnancia es característicamente
americana?
DFW: En todo caso parece característica de la sociedad
industrial occidental. En la mayoría de las demás culturas, si sientes dolor,
si tienes un síntoma que te hace sufrir, se ve como algo esencialmente saludable
y natural, una señal de que tu sistema nervioso sabe que algo va mal. Para
estas culturas, deshacerse del dolor sin dirigirse a la causa más profunda
sería como apagar una alarma de incendios mientras aún hay fuego. No obstante,
si te fijas en la cantidad de maneras con las que en este país intentamos
denodadamente aliviar los meros síntomas -desde los antiácidos de acción
ultra-rápida a la popularidad de los musicales alegres durante la Depresión-
apreciarás una tendencia casi compulsiva a considerar el dolor en sí mismo como
el problema. Y de ahí que el placer se convierta en un valor, en un fin teleológico
en sí mismo. Es probable que se trate de algo más occidental que estadounidense
per sé. Fijate en el utilitarismo -que es la principal contribución inglesa a
la ética- y verás una completa teleología basada en la idea de que la mejor
forma de vivir es aquella que maximiza el ratio entre placer y dolor. Dios, sé
que sueno mojigato. Lo que digo es que es miope culpar a la televisión. Ella es
simplemente otro síntoma. La televisión no inventó nuestra infantilidad estética más que el Proyecto Manhattan inventó
la agresión. Las armas nucleares y la televisión simplemente han intensificado
las consecuencias de nuestras propensiones, han elevado el nivel.
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